La época del destierro fue la época más dolorasa para Israel. Implicó esclavitud, maltrato, dolor, humillación, vivir en tierra ajena. Y ahí estaba Moises, en esa historia triste y cruel. Pero también el mismo Jesus, aunque a otro nivel, experimentó esa dolorosa realidad. Eran horas tristes para todos. Jesus aceptó en plena docilidad los planes del Padre, las dificultades y privaciones de la condicion del israelita desterrado.
Hay que ir más allá del aspecto geográfico, social y económico que implica ser exiliado.Hay que traspasar el texto y fijarnos en lo hondo, en la vivencia interior de un desterrado. No es hacer una "imaginación" y quedarnos en un cuento de hada, lleno de encantos, heroes y milagros. Es ir al dato de la realidad, es ir a la persona concreta, al pueblo concreto. Y en esa realidad vemos a Moises, Jesus, Maria y Jose...todo Israel.
Un error en el cual se suele caer cuando se habla de exilio es pensar en pobreza y miseria, en abandonados y mendigos. Auque sea o sean pobres, explotados, humillados no quiere decir que lo sean en sí. Son obligados exteriormente, pero no han perdido, ni pierden su riqueza interior, su autonomía, su libertad, su identidad. Hay un canto en su dolor y en su silencio. Hay una luz y una esperanza en su corazón. Tienen fe, una fe en Dios que les hace fuertes y grandes. No es una fe mendicante ni taumaturga en donde se pinta de rosa el exilio, y que en el caso de Jesus sería poético: un Jesus que hace milagros para librarse del hambre, de la sed, del calor y la fatiga. Pero los Evangelios no pintan rosas. Ni siquiera pintan a Jesus. Expresan la realidad de Jesus. No una imagen ficticia de Jesus.
Con el exilio a Egipto los Evangelios presentan la etapa de formación y obediencia al Padre. Marchando a Egipto y volviendo de Egipto, Jesus en cierto sentido ha revivido (Mt 2,14) una etapa decisiva de la historia de Israel (Os 11,1).
Analizando el sentido de esta etapa, podemos constatar un cierto paralelismo entre la vida de Moises y la vida de Jesus. Veamos: Mateo (2,13.16-17) nos invita a saber descubrir en la figura de Jesus los "rasgos" de un nuevo Moises, que revive la experiencia y renueva el itinerario del antiguo Moises, salvado providencialmente de la muerte (Ex 1,16; 2,1-10). Dado que se trataba de la persecución de Herodes (Mt 2,13.15), lo normal había sido que en el relato del retorno apareciese una frase con el verbo también en singular. Pero no es así, aparece en plural (Mt 2,20: " Vete...,pues han mueto ya los que atentaban contra la vida del niño ", lo cual invita a asociar la formula con la orden de retorno dirigida a Moises (Ex 4,19): "Vete..., pues han muerto ya los que atentaban contra tu vida".
Tanto Jesus, Maria y Jose experimentaron el exilio de forma real. Lo cual les habilita conocer a profundidad el sentir del pueblo exiliado. Saborearon, obedeciendo a Dios, el dolor, el aislamiento, la carestía...El piadoso israelita había experimentado el exilio sobre todo como tiempo de dolor y de esperanza. Su espiritualidad y su lenguaje estaban dominado por la experiencia de la desolación. Así lo vemos en el Salmo 137,4: "¿Cómo cantar las canciones de Yave en tierra extranjera?". El desterrado había vivido del recuerdo de la alegría religiosa del pasado, por eso agrega en el Salmo 42,5:"Lo recuerdo, y mi alma se expansiona, pues atravesaba yo por medio de los nobles hacia la casa de Dios entre los gritos de alegría y alabanza en festiva algazara", sostenido por el profundo anhelo que dice el Salmo 42,2-3:"Como anhela la cierva las corrientes de aguas, así te anhela mi alma, !oh Dios! Mi alma esta sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo iré y veré la faz de Dios? Y por la firme esperanza del retorno (Sal 42,6.12): "Espera en Dios, que aún le alabaré. El es la salvación de mi rostro, y mi Dios".
Sometiéndose con docilidad a la dura prueba del exilio, Jesus aprendió a conocer desde DENTRO el dolor de Israel. Por eso no era extraño verlo al lado de los enfermos, desposeídos, maltratados y abandonados. De lado del que sufre, del pecador. Jesus era el Moises de los pobres, su libertador. Su predicación buscaba infundir amor y alegría al afligido.
Hay que ir más allá del aspecto geográfico, social y económico que implica ser exiliado.Hay que traspasar el texto y fijarnos en lo hondo, en la vivencia interior de un desterrado. No es hacer una "imaginación" y quedarnos en un cuento de hada, lleno de encantos, heroes y milagros. Es ir al dato de la realidad, es ir a la persona concreta, al pueblo concreto. Y en esa realidad vemos a Moises, Jesus, Maria y Jose...todo Israel.
Un error en el cual se suele caer cuando se habla de exilio es pensar en pobreza y miseria, en abandonados y mendigos. Auque sea o sean pobres, explotados, humillados no quiere decir que lo sean en sí. Son obligados exteriormente, pero no han perdido, ni pierden su riqueza interior, su autonomía, su libertad, su identidad. Hay un canto en su dolor y en su silencio. Hay una luz y una esperanza en su corazón. Tienen fe, una fe en Dios que les hace fuertes y grandes. No es una fe mendicante ni taumaturga en donde se pinta de rosa el exilio, y que en el caso de Jesus sería poético: un Jesus que hace milagros para librarse del hambre, de la sed, del calor y la fatiga. Pero los Evangelios no pintan rosas. Ni siquiera pintan a Jesus. Expresan la realidad de Jesus. No una imagen ficticia de Jesus.
Con el exilio a Egipto los Evangelios presentan la etapa de formación y obediencia al Padre. Marchando a Egipto y volviendo de Egipto, Jesus en cierto sentido ha revivido (Mt 2,14) una etapa decisiva de la historia de Israel (Os 11,1).
Analizando el sentido de esta etapa, podemos constatar un cierto paralelismo entre la vida de Moises y la vida de Jesus. Veamos: Mateo (2,13.16-17) nos invita a saber descubrir en la figura de Jesus los "rasgos" de un nuevo Moises, que revive la experiencia y renueva el itinerario del antiguo Moises, salvado providencialmente de la muerte (Ex 1,16; 2,1-10). Dado que se trataba de la persecución de Herodes (Mt 2,13.15), lo normal había sido que en el relato del retorno apareciese una frase con el verbo también en singular. Pero no es así, aparece en plural (Mt 2,20: " Vete...,pues han mueto ya los que atentaban contra la vida del niño ", lo cual invita a asociar la formula con la orden de retorno dirigida a Moises (Ex 4,19): "Vete..., pues han muerto ya los que atentaban contra tu vida".
Tanto Jesus, Maria y Jose experimentaron el exilio de forma real. Lo cual les habilita conocer a profundidad el sentir del pueblo exiliado. Saborearon, obedeciendo a Dios, el dolor, el aislamiento, la carestía...El piadoso israelita había experimentado el exilio sobre todo como tiempo de dolor y de esperanza. Su espiritualidad y su lenguaje estaban dominado por la experiencia de la desolación. Así lo vemos en el Salmo 137,4: "¿Cómo cantar las canciones de Yave en tierra extranjera?". El desterrado había vivido del recuerdo de la alegría religiosa del pasado, por eso agrega en el Salmo 42,5:"Lo recuerdo, y mi alma se expansiona, pues atravesaba yo por medio de los nobles hacia la casa de Dios entre los gritos de alegría y alabanza en festiva algazara", sostenido por el profundo anhelo que dice el Salmo 42,2-3:"Como anhela la cierva las corrientes de aguas, así te anhela mi alma, !oh Dios! Mi alma esta sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo iré y veré la faz de Dios? Y por la firme esperanza del retorno (Sal 42,6.12): "Espera en Dios, que aún le alabaré. El es la salvación de mi rostro, y mi Dios".
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