Mandar. Dar ordenes. Dirigir. Ser lider es un don de Dios. Pero sabemos, por experiencia, que existen pésimos y excelentes líderes. Hay cal y arena. De igual a una empresa en el matrimonio se necesita un liderazgo. Se necesita caminar con pautas, ideas creativas, y con razonamientos mensurados. Un hogar sin liderazgo va como un barco sin capitán. Los obstáculos van empañando y opacando lo bello y lo noble del matrimonio. El caos impera. La luz se esconde. La agresividad se entrona. Y la comunicación enmudece.
Ahora bien, cuando en el matrimonio hay liderazgo la posibilidad de vencer los obstáculos es muy alta. La sangre fluye sin temor. Las ideas salen a disfrutar su libertad. Las metas se ven más cercanas. No hay angustia ni opresión. La confianza hecha raíces profundas y el amor se encumbra.
En toda pareja hay diferencias. Por lo tanto, hay difencias de liderazgos. ¿Cuál seguir? ¿Cuál es el más apropiado? Por lo general en el liderazgo se van dando pautas. Uno puede ser dictatorial. Otro democrático. Otro liberal. Otro recto. Otro inmoral. Otro ético. Lo que sí se ha demostrado es que todo liderazgo de carácter egoísta termina siendo mezquino, opresor e inhumano. Donde un niño no sonríe falta un sano liderazgo. Donde un anciano sufre falta un sano liderazgo. Donde una pareja llora falta un sano liderazgo. Y es que el liderazgo no es imponer. No es esclavizar. No es humillar. No es destruir. Un buen liderazgo busca el bien del otro. Busca hacer feliz al otro. Y en la familia es hacer todo lo posible que todos lo sean. La armonía es la razón de ser del liderazgo. Que todo marche bien y con entusiasmo.
En la familia se busca que el liderazgo sea compartido y flexible. Nadie es jefe de nadie. No se trata de medir fuerza ni poder. El matrimonio no es un cuadrilátero de boxeo. El empujar, golpear y gritar no va con el matrimonio. Es desde la libertad y la responsabilidad del "darse las manos" en las tareas del hogar, en la crianza de los hijos, en las metas a conseguir, que se debe caminar hacia la armonía familiar. Y esto requiere consciencia de sentirse comprometidos en la relación. Los dos son reponsables de ayudar. Un hogar con buen liderazgo es digno de admirar. Es un hogar que camina con pies firme y definido. Los hijos crecerán robustos en principios y valores.
Ahora bien, cuando en el matrimonio hay liderazgo la posibilidad de vencer los obstáculos es muy alta. La sangre fluye sin temor. Las ideas salen a disfrutar su libertad. Las metas se ven más cercanas. No hay angustia ni opresión. La confianza hecha raíces profundas y el amor se encumbra.
En toda pareja hay diferencias. Por lo tanto, hay difencias de liderazgos. ¿Cuál seguir? ¿Cuál es el más apropiado? Por lo general en el liderazgo se van dando pautas. Uno puede ser dictatorial. Otro democrático. Otro liberal. Otro recto. Otro inmoral. Otro ético. Lo que sí se ha demostrado es que todo liderazgo de carácter egoísta termina siendo mezquino, opresor e inhumano. Donde un niño no sonríe falta un sano liderazgo. Donde un anciano sufre falta un sano liderazgo. Donde una pareja llora falta un sano liderazgo. Y es que el liderazgo no es imponer. No es esclavizar. No es humillar. No es destruir. Un buen liderazgo busca el bien del otro. Busca hacer feliz al otro. Y en la familia es hacer todo lo posible que todos lo sean. La armonía es la razón de ser del liderazgo. Que todo marche bien y con entusiasmo.
En la familia se busca que el liderazgo sea compartido y flexible. Nadie es jefe de nadie. No se trata de medir fuerza ni poder. El matrimonio no es un cuadrilátero de boxeo. El empujar, golpear y gritar no va con el matrimonio. Es desde la libertad y la responsabilidad del "darse las manos" en las tareas del hogar, en la crianza de los hijos, en las metas a conseguir, que se debe caminar hacia la armonía familiar. Y esto requiere consciencia de sentirse comprometidos en la relación. Los dos son reponsables de ayudar. Un hogar con buen liderazgo es digno de admirar. Es un hogar que camina con pies firme y definido. Los hijos crecerán robustos en principios y valores.
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