Dice el psicoanalista Theodor Reik: "En nuestra civilización los hombres tienen miedo de no ser lo bastante hombres, y las mujeres tienen miedo de que se le considere sólo como mujeres". Hombre, mujer y miedo. No se trata de la Santísima Trinidad, sino de la simple cotidianidad y realidad. El miedo, como la serpiente tentadora, como el intruso sin invitar, se hace presente en la historia humana.
¿ De què miedo? ¿De perder status?¿ De poder? ¿De autoridad? ¿De orgullo? ¿De masculinidad? ¿De femineidad? Tanto el hombre como la mujer buscan tener el "control", y más aún si están cascades. Esta "pelea" por el control si no se maneja con tacto, madurez y sabiduria puede terminar en un divorcio, en una guerra de palabras y acciones lamentables. Terminan hasta odiándose.
Hombre y mujer vienen invitados a estudiarse mutuamente. Dejar a un lado las pasiones y la mentalidad de ser "más fuerte", "más dominante". Ese tiempo cavernicola hay que dejarlo atrás. En nada nos ayuda y en nada nos sublima. Hoy día nadie debe sentirse amenazado ni acomplejado en su ser hombre o en su ser mujer. Nadie es más ni menos que nadie. La fuerza física del hombre no determina su hombría sino su capacidad de entender de que la mujer es un ser a la par que él, a quien hay que respetar. Ella es un ser especial, no extraño ni desconocido, sino diferente. Esa diferencia es lo que le hace mujer. Esa diferencia es la que hay que respetar. Es su modo de vivir, de entender la vida, es su personalidad y su identidad. Tratar de cambiarla no sólo resulta difícil, sino imposible. De igual sucede con el ser del hombre. Se pueden corrirgir en ambos muchas cosas tanto interiores como exteriores, pero el ser jamás podrá ser cambiado. Es un sello. Por eso somos diferentes.
Las diferencias son notables: físicas, mentales, emocionales y hasta espirituales. Así por ejemplo, en el area emocional, vemos que los hombres son más dado a "hacer" y las mujeres a "ser". No quiero decir que siempre sea así, hay excepciones. El hombre es más agresivo, experimentador, explorador. Le gusta la figura de ser "dirigente", "director", etc. La mujer es más "espectadora", buscan un papel menos activo como el de ama de casa, mujer del hogar. La tendencia agresiva es rechazada. No va con ella. El hecho de que la mujer no asuma los "roles" del hombre no quiere decir que ella carezca de capacidad, de impetud e inteligencia. Es pues un grave error ver a la mujer como deficiente e inferior. Se trata simplemente de que a la mujer le PERECEN más IMPORTATES otras cosas, en lugar de ciertas realizaciones altamente competitivas.
Por eso se dice que la mujer encuentra más su plenitud en el SER. Esto es, en ser verdadera femenina, que no es más que siendo persona, siendo mujer, madre, esposa y salvaguarda de los volores espirituales y morales. Ella asume ese riesgo y esa gran responsabilidad. Es la mayor ayuda a la sociedad. Es la ayuda a la familia. Es la ayuda a construir la gran familia de Dios. Es un SER para HACER. Es el amor en acción.
¿ De què miedo? ¿De perder status?¿ De poder? ¿De autoridad? ¿De orgullo? ¿De masculinidad? ¿De femineidad? Tanto el hombre como la mujer buscan tener el "control", y más aún si están cascades. Esta "pelea" por el control si no se maneja con tacto, madurez y sabiduria puede terminar en un divorcio, en una guerra de palabras y acciones lamentables. Terminan hasta odiándose.
Hombre y mujer vienen invitados a estudiarse mutuamente. Dejar a un lado las pasiones y la mentalidad de ser "más fuerte", "más dominante". Ese tiempo cavernicola hay que dejarlo atrás. En nada nos ayuda y en nada nos sublima. Hoy día nadie debe sentirse amenazado ni acomplejado en su ser hombre o en su ser mujer. Nadie es más ni menos que nadie. La fuerza física del hombre no determina su hombría sino su capacidad de entender de que la mujer es un ser a la par que él, a quien hay que respetar. Ella es un ser especial, no extraño ni desconocido, sino diferente. Esa diferencia es lo que le hace mujer. Esa diferencia es la que hay que respetar. Es su modo de vivir, de entender la vida, es su personalidad y su identidad. Tratar de cambiarla no sólo resulta difícil, sino imposible. De igual sucede con el ser del hombre. Se pueden corrirgir en ambos muchas cosas tanto interiores como exteriores, pero el ser jamás podrá ser cambiado. Es un sello. Por eso somos diferentes.
Las diferencias son notables: físicas, mentales, emocionales y hasta espirituales. Así por ejemplo, en el area emocional, vemos que los hombres son más dado a "hacer" y las mujeres a "ser". No quiero decir que siempre sea así, hay excepciones. El hombre es más agresivo, experimentador, explorador. Le gusta la figura de ser "dirigente", "director", etc. La mujer es más "espectadora", buscan un papel menos activo como el de ama de casa, mujer del hogar. La tendencia agresiva es rechazada. No va con ella. El hecho de que la mujer no asuma los "roles" del hombre no quiere decir que ella carezca de capacidad, de impetud e inteligencia. Es pues un grave error ver a la mujer como deficiente e inferior. Se trata simplemente de que a la mujer le PERECEN más IMPORTATES otras cosas, en lugar de ciertas realizaciones altamente competitivas.
Por eso se dice que la mujer encuentra más su plenitud en el SER. Esto es, en ser verdadera femenina, que no es más que siendo persona, siendo mujer, madre, esposa y salvaguarda de los volores espirituales y morales. Ella asume ese riesgo y esa gran responsabilidad. Es la mayor ayuda a la sociedad. Es la ayuda a la familia. Es la ayuda a construir la gran familia de Dios. Es un SER para HACER. Es el amor en acción.
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