Hablar de la Iglesia católica es muy complicado. Sin embargo es un tema del diario vivir. Somos historia viviente. Es imposible escapar de la historia. La Iglesia es parte de ella. Cada gesto, cada paso es historia. Bueno, mediocre, malo...es historia.
En estos días la Iglesia tiene un nuevo sucesor de Pedro llamado Francisco. Por lo que se ha visto un nuevo aire se respira. Nuestros ojos y oídos están atentos a sus palabras y gestos. Se esperaba a alguien que nos recuerde al mismo Jesus. Al Jesus cercano. Al Jesus hecho hombre. No se espera un milagro, sino a gesto del amor de Dios. Muchos esperan cambios. Cambios de estructuras, de mentalidad, de accionar. Cada uno expresa desde su vivencia un cambio. Y pienso que el cambio que se espera no lo veamos. Cambiar no es asunto de magia sino decisiones pensadas y analizadas. Es asunto de mucha oración. La Iglesia es como una familia: padres e hijos. Cada uno con sus ideas, proyectos, vivencias. Cada uno con sus limitaciones y sus virtudes. El error esta en querer complacer y saciar el gusto de cada uno. Lo ideal es armonizar las diferencias y reducir las deficiencias.
La Iglesia como familia es vista por sus hijos y por los parientes, en mucho de los casos, como un reino de poder. Una institución política y económica. Otros, los vecinos, la ven como la "bestia", la "ramera", etc. que hay que combatir. Muy pocos la aman. Digo poco, porque aún siendo hijos la utilizan y la opacan. Ser Iglesia es difícil. Es amar a sus padres aun sabiendo que no son perfectos. O padres que aman a sus hijos sabiendo que son malos, o que están enfermos, o que son necios. Y sin embargo ese amor existe. Ser Iglesia es un reto constante. Es un reto vivir en la gracia, los sacramentos, la moral, las reglas, el testimonio de vida, la oración, el amor, el perdón, etc. Es un reto buscar un diálogo , una orientación, un gesto de compresión, una palabra de aliento, etc. y solo encuentra un rechazo, una postura indiferente y una puerta cerrada. Es doloroso y causa hasta verguenza ver nuestros guías sin espiritu evangélico. Da la impresión de que se vive en una institución civil. El poder por encima del servicio, la ley por encima del ser humano, el protocolo por encima de la necesidad humana. Es vocación de amor es lo que falla. No se trata tolerar, o hacerse de la vista gorda de nuestras caídas y deficiencias, es mas bien hacer viable el acompanamiento, en donde nuestra fe no se marchite.
Como Iglesia se nos exhortó a ser servidores, a tener misericordia, a amar y perdonar. No para asumir un rol de poder ni de superioridad, y mucho menos de condenar. Somos un pueblo de Dios que unido a Jesus busca al Padre. Nadie es dueño de la Iglesia sino Dios, nadie es su pastor sino Jesus. Los demás son "unos inútiles siervos" con el llamado de encaminarnos por el camino de la verdad y el amor a Dios. Si se sale de ese camino y de ese objetivo se esta caminando a la deriva. A la deriva de mis propios gustos y deseos, de mis ideas y criterios, no lo de Jesus.
En estos días la Iglesia tiene un nuevo sucesor de Pedro llamado Francisco. Por lo que se ha visto un nuevo aire se respira. Nuestros ojos y oídos están atentos a sus palabras y gestos. Se esperaba a alguien que nos recuerde al mismo Jesus. Al Jesus cercano. Al Jesus hecho hombre. No se espera un milagro, sino a gesto del amor de Dios. Muchos esperan cambios. Cambios de estructuras, de mentalidad, de accionar. Cada uno expresa desde su vivencia un cambio. Y pienso que el cambio que se espera no lo veamos. Cambiar no es asunto de magia sino decisiones pensadas y analizadas. Es asunto de mucha oración. La Iglesia es como una familia: padres e hijos. Cada uno con sus ideas, proyectos, vivencias. Cada uno con sus limitaciones y sus virtudes. El error esta en querer complacer y saciar el gusto de cada uno. Lo ideal es armonizar las diferencias y reducir las deficiencias.
Como Iglesia se nos exhortó a ser servidores, a tener misericordia, a amar y perdonar. No para asumir un rol de poder ni de superioridad, y mucho menos de condenar. Somos un pueblo de Dios que unido a Jesus busca al Padre. Nadie es dueño de la Iglesia sino Dios, nadie es su pastor sino Jesus. Los demás son "unos inútiles siervos" con el llamado de encaminarnos por el camino de la verdad y el amor a Dios. Si se sale de ese camino y de ese objetivo se esta caminando a la deriva. A la deriva de mis propios gustos y deseos, de mis ideas y criterios, no lo de Jesus.
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