Hay una frase popular que dice: "Perro que ladra no muerde". Mi abuelo decia otra: "Le temo a gente callada". Cuando uno asiste a una actividad familiar o social es inevitable encontrarse con personas que hablan mucho y con personas que sólo miran y susurran. Son dos extremos. Unos y otros se expresan de distinta manera. Son dos personalidades opuestas aunque terminen atrayendose. En cieto sentido se complementan. El que habla mucho es considerado extrovertido. El que habla poco o nada es considerado introvertido. El mal no está en hablar mucho o hablar poco, está en que nieguen sus sentimientos. No expresan, aún hablando mucho, sus verdaderos sentimientos. Hay algo que queda "oculto". Un algo misterioso y que da rienda suelta a la "sospecha". No es una persona de confianza aunque sea honesta y transparente en la vida real.
La impresión, a simple vista, engaña a cualquiera. Una primera impresión puede enamorar como puede odiar, aceptar o rechazar. Todo va a depender de la madurez del interlocutor. En una entrevista de trabajo, en una cita de amor, en un encuentro familiar o social, la primera imagen puede ser decisiva. Se dan muchos errores, se dan pocos aciertos. De ahí que el "trato", el relacionarse va estrechando y clarificando la primera impresión. Y mas aún en el que busca formar un hogar con sentido duradero o para siempre.
La pregunta que surge, midiendo la franqueza y la honestidad es esta: ¿Está dispueto a comunicar todo lo que siente al ser que dice amas? Aquí entra en acción la mentira, la excusa, la imaginación, pero nunca la verdad, y mucho menos los verdaderos sentimientos. Los ocultas, los niegas. Un matrimonio en donde la comunicación viene falseada y en donde los verdaderos sentimientos vienen negados va rumbo al fracaso. El sol no se tapa con un dedo, de igual los sentimientos, porque tarde o temprano salen. Salen con hostilidades, indiferencias, celos, enfermedades emocionales o fisicas, etc. Se detecta un "vacío" espiritual y emocional. Y la emoción de "enojo" entre la pareja es normal. Hay que expresar lo que se siente aunque al otro no le guste o incomoda. El mismo Jesus se enojaba, sacaba de sí sus sentimientos, los expresaba con libertad. Sacar la "ira" es lo correcto. Pero no una ira que violente y haga dańo al otro ni a nadie. Es dejar salir el "animal" que se lleva dentro y dejar entrar "niño" que perdió su caramelo. No es reprimiendo lo que sentimos es que nos vamos a santificar o ser felices sino poniendo nuestra capacidad de generar nuevos espacios a la tolerancia, a la paz y al amor. En todo humano hay un "volcán" que erupciona tarde o temprano. Un volcán que require atención para que no cause grandes daños. Y nuestro volcán es un volcán de "supervivencia" que erupciona de mil maneras y a horas imprevistas.
La impresión, a simple vista, engaña a cualquiera. Una primera impresión puede enamorar como puede odiar, aceptar o rechazar. Todo va a depender de la madurez del interlocutor. En una entrevista de trabajo, en una cita de amor, en un encuentro familiar o social, la primera imagen puede ser decisiva. Se dan muchos errores, se dan pocos aciertos. De ahí que el "trato", el relacionarse va estrechando y clarificando la primera impresión. Y mas aún en el que busca formar un hogar con sentido duradero o para siempre.
La pregunta que surge, midiendo la franqueza y la honestidad es esta: ¿Está dispueto a comunicar todo lo que siente al ser que dice amas? Aquí entra en acción la mentira, la excusa, la imaginación, pero nunca la verdad, y mucho menos los verdaderos sentimientos. Los ocultas, los niegas. Un matrimonio en donde la comunicación viene falseada y en donde los verdaderos sentimientos vienen negados va rumbo al fracaso. El sol no se tapa con un dedo, de igual los sentimientos, porque tarde o temprano salen. Salen con hostilidades, indiferencias, celos, enfermedades emocionales o fisicas, etc. Se detecta un "vacío" espiritual y emocional. Y la emoción de "enojo" entre la pareja es normal. Hay que expresar lo que se siente aunque al otro no le guste o incomoda. El mismo Jesus se enojaba, sacaba de sí sus sentimientos, los expresaba con libertad. Sacar la "ira" es lo correcto. Pero no una ira que violente y haga dańo al otro ni a nadie. Es dejar salir el "animal" que se lleva dentro y dejar entrar "niño" que perdió su caramelo. No es reprimiendo lo que sentimos es que nos vamos a santificar o ser felices sino poniendo nuestra capacidad de generar nuevos espacios a la tolerancia, a la paz y al amor. En todo humano hay un "volcán" que erupciona tarde o temprano. Un volcán que require atención para que no cause grandes daños. Y nuestro volcán es un volcán de "supervivencia" que erupciona de mil maneras y a horas imprevistas.
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