Se me hace difícil, por no decir imposible que en un matrimonio no existan discusiones. Si Dios ha discutido con su pueblo, con sus dirigentes políticos y religiosos. Si Jesus ha discutido con sus discípulos, con los dirigentes de los diferentes grupos religiosos, es lógico, y nada de extraño que entre una pareja exista la discusión. Es hasta saludable. Es "refinar" las ideas, las opiniones. Es un "pulirse" como individuo. Es lo natural.
Ahora bien, lo que si es extraordinario es el modo de discutir. De lo natural se pasa a lo impredecible. Los temas de discusiones desfilan: economía, política, religion, trabajo, hijos,padres,etc. El ambiente se vuelve tenso y pesado. Todo sale a flote y a oído de todos. Cuando se va entrando en calor la razón pierde su norte. Comienzan a herirse con palabras oscenas, las exageraciones salen a flote, los contactos físicos hacen su presencia...todo parece una guerra sin fin.
En toda discusión se busca una solución. No se trata de buscar un ganador y un perdedor. Es buscar la chispa de la armonía, del bien para ambos. Muchas veces hay que ceder y hasta retroceder para llegar a la solución, al objetivo, a la meta. La solución no debe basarse en la simple intuición, en el simple sentimiento, ni siquiera en la sola razón. Hay que basarla en la realidad en que se vive. Si hay gastos en el hogar hay que analizar como corregir lo superfluo y ajustarse a lo importante y necesario. Es priorizar. Y así en las responsabilidades. La carga es de ambos cónyuges, y así de los que viven bajo el mismo techo. Todos están para aportan conforme a su posibilidad. En materia de intimidad es la pareja quien tiene la tarea de enfrentar el conflicto. Sólo se busca un tercero, como mediador, cuando todas las posibilidades se han cerrado. Hay instituciones dedicadas a los conflictos de matrimonio. Sólo tienen que tener cuidado en las manos que se ponen porque no todas son fiables y correctas. En la sociedad en que nos movemos hay que tener mucha precaución. Como católico es recomendable un sacerdote de provada santidad y sabiduría, o un experto.
Finalmente, cada individuo posee en sí mismo muchos conflictos internos, el matrimonio no es una receta a los conflictos internos. Al contrario es una bomba de tiempo que en cualquier momento estalla y hace peor daño. Antes de intentar cambiar al otro cambia tú mismo. Hazle saber al otro-a como eres, que piensa, que aspira, a donde quieres llegar. Es ser franco con aquel o aquella que dices que ama de todo corazón. Que tu flor, como expresión de amor, no termine en una tumba,pero si que cada discusión termine como abono a esa flor.
Ahora bien, lo que si es extraordinario es el modo de discutir. De lo natural se pasa a lo impredecible. Los temas de discusiones desfilan: economía, política, religion, trabajo, hijos,padres,etc. El ambiente se vuelve tenso y pesado. Todo sale a flote y a oído de todos. Cuando se va entrando en calor la razón pierde su norte. Comienzan a herirse con palabras oscenas, las exageraciones salen a flote, los contactos físicos hacen su presencia...todo parece una guerra sin fin.
En toda discusión se busca una solución. No se trata de buscar un ganador y un perdedor. Es buscar la chispa de la armonía, del bien para ambos. Muchas veces hay que ceder y hasta retroceder para llegar a la solución, al objetivo, a la meta. La solución no debe basarse en la simple intuición, en el simple sentimiento, ni siquiera en la sola razón. Hay que basarla en la realidad en que se vive. Si hay gastos en el hogar hay que analizar como corregir lo superfluo y ajustarse a lo importante y necesario. Es priorizar. Y así en las responsabilidades. La carga es de ambos cónyuges, y así de los que viven bajo el mismo techo. Todos están para aportan conforme a su posibilidad. En materia de intimidad es la pareja quien tiene la tarea de enfrentar el conflicto. Sólo se busca un tercero, como mediador, cuando todas las posibilidades se han cerrado. Hay instituciones dedicadas a los conflictos de matrimonio. Sólo tienen que tener cuidado en las manos que se ponen porque no todas son fiables y correctas. En la sociedad en que nos movemos hay que tener mucha precaución. Como católico es recomendable un sacerdote de provada santidad y sabiduría, o un experto.
Finalmente, cada individuo posee en sí mismo muchos conflictos internos, el matrimonio no es una receta a los conflictos internos. Al contrario es una bomba de tiempo que en cualquier momento estalla y hace peor daño. Antes de intentar cambiar al otro cambia tú mismo. Hazle saber al otro-a como eres, que piensa, que aspira, a donde quieres llegar. Es ser franco con aquel o aquella que dices que ama de todo corazón. Que tu flor, como expresión de amor, no termine en una tumba,pero si que cada discusión termine como abono a esa flor.
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