Como catolico uno debe estar muy atento en la vida espiritual. No todas las voces de "sirenas" son iguales ni buscan el mismo propósito. Hay voces que confunden y nos alejan del camino y de la meta. Incluso hasta dentro de la misma Iglesia. No todo lo que brilla es oro. La prudencia, la oración y el discernimiento se hacen imprescindible. Me he encontrado con tantas gentes religiosas que a simple vista he visto donde cojean y los peligros en que han caído o estan por caer. A Veces, por querer ayudar, me he llevado mis sorpresas y boches. Es difícil hacer reconocer al otro sobre un error, un peligro... cuando esa persona sólo se escucha a sí misma o escucha lo que otro, por lo general guía ciego, le dice que debe escuchar y seguir. Porque hay "maestros espirituales" tan ciegos, fanáticos y obtusos como piedra. No está mal que "escuchen" pero que escuchen con inteligencia,con astucia y hasta con suspicacia. Que investiguen, que se asesoren por lo mejor posible. La vida espiritual no es un juego. Es lo más vital. Es nuestra vida total. Es nuestra felicidad. Es nuestra santidad lo que está ña en juego.
Y la Iglesia no se ha cansado de ofrecer documentos, conferencias y clases tratando de orientarnos sobre la vida espiritual. Ha tenido que llamar la atención de los abusos que se dan. Siempre ha sido un peligro latente. Es que cuando el sujetivismo nos enferma y fanatiza nos pone ciego. Queremos imponer lo que pensamos y sentimos, no buscamos ayuda en el magisterio o un guía espiritual idóneo .
Otro peligro es el racionalismo. Se le quiere etiquetar a la vida espiritual como aquello que debe ser racionar, lógico y probable, en donde lo que se siente y vive no tiene repercusión en la propia vida. La vivencia sería como hacer el amor sin amor o como bañarse sin agua. La vida espiritual no es asunto de un laboratorio ni de una matemática. Es de fe, es de amor, es de esperanza. Que se cultiva en un día a día en comunidad, en la historia humana.
Santa Teresa de Jesus nos dice que la vida espiritual debe integrar ambas posturas, la subjetiva y la racional, con realismo, no con fanatismo. Que integrar doctrina y vida, principios y experiencias fortalecerá y afianzará nuestra vida espiritual. El error no tendría cabida, y si aparece sería muy pequeño y fácil de corregir. Teresa nos dice:"no diré cosa que no la haya experimentado mucha" (Vida 18,7). La vivencia no es un sueño ni una fantasia, es una experiencia seria y profunda. Un toque especial de Dios. Un don, un regalo. No buscado ni provocado. No para vana gloria ni para secuestrarlo sino para comunicarlo y vivirlo. Ser un testigo y un apóstol de lo recibido.
Y ese don o regalo de Dios viene unido a un discernimiento. Teresa recurre a los letrados, a los expertos espirituales:" No hacía cosa que no fuese con parecer de letrados" (Vida 36,5). Y decía:"Es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, allegados a verdades de la Sagrada Escritura hacemos lo que debemos. De devociones a bobas libranos Señor" (Vida 13,16).
En pocas palabras, la ignorancia nos puede llevar a errores y hacer que también otros yerren. Nos puede llevar a que forjemos nuestra propia espiritualidad, nuestro propio criterio. Se suele dar por supuesto que la conciencia y la mente están siempre bien formadas, y se sabe muy bien discernir lo bueno y lo malo. Pero, a decir verdad, no siempre es así.
Y si a esta ignorancia le agregamos las doctrinas falsas y espiritualidades mediocres el problema es mayor. Hay que ver si estas doctrinas y espiritualidades se nutre de las Sagradas Escrituras, del Magisterio, la teología o enseñanza de los santos. Si se contentan con seguir sus propios gustos y criterios. Si la obediencia al magisterio es nula. Si son reacios al diálogo. Si buscan intereses personales y económicos. Hay que cuidarse de ellos. Pueden ser voces de sirenas falsas o devociones bobas. Son falsas todas aquellas espiritualidades que no conducen a la perfecta santidad y al compromiso apostólico. Son "pseudo-espiritualidades" que van confundiendo y engañando, creando cristianos cómodos y fanáticos, soberbios intelectuales, y creando un público ávido de milagros, llantos y espectáculos.
Y la Iglesia no se ha cansado de ofrecer documentos, conferencias y clases tratando de orientarnos sobre la vida espiritual. Ha tenido que llamar la atención de los abusos que se dan. Siempre ha sido un peligro latente. Es que cuando el sujetivismo nos enferma y fanatiza nos pone ciego. Queremos imponer lo que pensamos y sentimos, no buscamos ayuda en el magisterio o un guía espiritual idóneo .
Otro peligro es el racionalismo. Se le quiere etiquetar a la vida espiritual como aquello que debe ser racionar, lógico y probable, en donde lo que se siente y vive no tiene repercusión en la propia vida. La vivencia sería como hacer el amor sin amor o como bañarse sin agua. La vida espiritual no es asunto de un laboratorio ni de una matemática. Es de fe, es de amor, es de esperanza. Que se cultiva en un día a día en comunidad, en la historia humana.
Santa Teresa de Jesus nos dice que la vida espiritual debe integrar ambas posturas, la subjetiva y la racional, con realismo, no con fanatismo. Que integrar doctrina y vida, principios y experiencias fortalecerá y afianzará nuestra vida espiritual. El error no tendría cabida, y si aparece sería muy pequeño y fácil de corregir. Teresa nos dice:"no diré cosa que no la haya experimentado mucha" (Vida 18,7). La vivencia no es un sueño ni una fantasia, es una experiencia seria y profunda. Un toque especial de Dios. Un don, un regalo. No buscado ni provocado. No para vana gloria ni para secuestrarlo sino para comunicarlo y vivirlo. Ser un testigo y un apóstol de lo recibido.
Y ese don o regalo de Dios viene unido a un discernimiento. Teresa recurre a los letrados, a los expertos espirituales:" No hacía cosa que no fuese con parecer de letrados" (Vida 36,5). Y decía:"Es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, allegados a verdades de la Sagrada Escritura hacemos lo que debemos. De devociones a bobas libranos Señor" (Vida 13,16).
En pocas palabras, la ignorancia nos puede llevar a errores y hacer que también otros yerren. Nos puede llevar a que forjemos nuestra propia espiritualidad, nuestro propio criterio. Se suele dar por supuesto que la conciencia y la mente están siempre bien formadas, y se sabe muy bien discernir lo bueno y lo malo. Pero, a decir verdad, no siempre es así.
Y si a esta ignorancia le agregamos las doctrinas falsas y espiritualidades mediocres el problema es mayor. Hay que ver si estas doctrinas y espiritualidades se nutre de las Sagradas Escrituras, del Magisterio, la teología o enseñanza de los santos. Si se contentan con seguir sus propios gustos y criterios. Si la obediencia al magisterio es nula. Si son reacios al diálogo. Si buscan intereses personales y económicos. Hay que cuidarse de ellos. Pueden ser voces de sirenas falsas o devociones bobas. Son falsas todas aquellas espiritualidades que no conducen a la perfecta santidad y al compromiso apostólico. Son "pseudo-espiritualidades" que van confundiendo y engañando, creando cristianos cómodos y fanáticos, soberbios intelectuales, y creando un público ávido de milagros, llantos y espectáculos.
Comentarios
Publicar un comentario