Desde la infancia se nos ha enseñado la idea del Dios que juzga. Que Dios está como aquel ser vigilante, atento a cada acto que hacemos.¡Y somos millones de hijos suyo! Imaginemos por un instante esa vigilanacia. Es como querer ver todas las estrellas a la vez. En nuestra mente sólo cabe la palabra: ¡imposible! ¿Cómo poder ver en un mismo instante a todos los seres humanos, ver cada simple y minúsculo acto? ¡Imposible! Desde nuestra capacidad es imposible, pero desde la del Creador, no. Y el principal error nuestro es el conceptuar a Dios. Dios humanoide, antropológico. Lo hemos fabricado y adaptado como un ser humano. Lo hemos echo uno igual a nosotros, más aún, como aquel que posee y utiliza nuestros criterios de pensar y actuar. Y el juzgar entra en ese nivel. Dios juzga, decimos, porque nosotros juzgamos. Que Dios ama, porque nosotros amamos. Dios excluye, rechaza, condena....porque nosotros lo hacemos así. Y lamentablemente, con el buen propósito o no, no es así. Ni Dios es así, porque nadie lo ha visto (Juan 1,18) excepto Jesus (Juan 12,45) ni seguía por nuestros criterios . El es y actúa como El es.
Las Sagradas Escrituras habla del juicio de Dios. El mismo Jesus también lo habla (Mateo 7, 1-5; 11,16-24). Pero en Juan 12,47 nos dice en labios de Jesus "no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo". A simple vista parece una contradicción. ¿Juzga Dios o no juzga? Y más adelante en el mismo capítulo agrega, a lo que a mí modo de ver es el meollo del asunto:"la Palabra que yo he hablado, ese le juzgará el último día" (v.48).
¿De qué "Palabra"? De Jesus mismo. El es la palabra definitiva y última del Padre (v.49). El juicio de Dios se centra en la persona de Jesus. Creer o no creer en El. Aceptarlo o rechazarlo. Dios no se complica en un juicio largo y tedioso. Dios en la persona de su Hijo realiza el juicio. Y Jesus centra su juicio en la aceptación o no a su persona. Por lo tanto, nuestros actos determinan el final de ese juicio. De ahi que la insistencia de Jesus en que creamos en su persona como muestra de nuestra adhesión al Padre desde el amor ( Lucas 7,36-50). San Juan de la Cruz nos lo dice muy llanamente: "Al final, seremos juzgados sobre el amor".
Dios pues, no necesita expiarnos ni juzgarnos, simplemente le basta nuestras decisiones para que ellas mismas nos juzguen. No es correcto ese juicio apocalíptico que se escucha en las calles creando angustia y alarma innecesaria. Ese lenguaje apocalíptico y hasta piadoso crean una imagen distorcionada de Dios. No es el Dios de Jesus. No es el Dios del amor y la misericordia. No es el Dios de la justicia ni el Dios que ofrece un nuevo nacimiento. Sino mas bien el Dios juez con libros y balanzas. Y si Dios no juzga mucho menos ha dado autoridad a alguien para juzgar, ni siquiera a Jesus. Ni a justos ni a pecadores. El ejemplo está en la mujer adúltera, "el que este libre de pecados, que tire la primera piedra. Si nadie te has condenado, yo tampoco".
El proceder de Dios va más allá del proceder humano. El, como Padre, no calcula, no sale a investigar nuestros méritos, no sanciona conforme a una balanza. Eso esta superado en su amor de Padre, en su apertura a sus hijos, a su gratuidad (Lucas 15). Dios no es un poder ni un dominio sobre el hombre, es más que eso, es Padre. No va con su personalidad la sospecha, el juzgar, el manipular al ser humano. Su Reino no es tribunal donde siempre se condena, sino una familia de amor en donde El vive, crea y salva. Su amor es sin medida, por eso supera todas las formas y medidas que supone un juicio (Mateo 18, 23-34). El no es un Dios ciego ni se hace de la vista gorda. El conoce nuestro fallo y nuestra deuda, pero no se sienta ha investigar para dominarnos y castigarnos. Se sienta para conocer nuestra deuda y perdonarla; se sienta para conocer nuestra caída y levantarnos. Por eso renuncia al juicio, no como efecto de ignorancia o impotencia, sino como efecto de ser Padre. En conclusion, quien pretende juzgar se juzga a sí mismo. En la medida que aprendamos a no juzgar, al estilo de Jesus, aprenderemos a ser sencillamente humanos.
Las Sagradas Escrituras habla del juicio de Dios. El mismo Jesus también lo habla (Mateo 7, 1-5; 11,16-24). Pero en Juan 12,47 nos dice en labios de Jesus "no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo". A simple vista parece una contradicción. ¿Juzga Dios o no juzga? Y más adelante en el mismo capítulo agrega, a lo que a mí modo de ver es el meollo del asunto:"la Palabra que yo he hablado, ese le juzgará el último día" (v.48).
¿De qué "Palabra"? De Jesus mismo. El es la palabra definitiva y última del Padre (v.49). El juicio de Dios se centra en la persona de Jesus. Creer o no creer en El. Aceptarlo o rechazarlo. Dios no se complica en un juicio largo y tedioso. Dios en la persona de su Hijo realiza el juicio. Y Jesus centra su juicio en la aceptación o no a su persona. Por lo tanto, nuestros actos determinan el final de ese juicio. De ahi que la insistencia de Jesus en que creamos en su persona como muestra de nuestra adhesión al Padre desde el amor ( Lucas 7,36-50). San Juan de la Cruz nos lo dice muy llanamente: "Al final, seremos juzgados sobre el amor".
Dios pues, no necesita expiarnos ni juzgarnos, simplemente le basta nuestras decisiones para que ellas mismas nos juzguen. No es correcto ese juicio apocalíptico que se escucha en las calles creando angustia y alarma innecesaria. Ese lenguaje apocalíptico y hasta piadoso crean una imagen distorcionada de Dios. No es el Dios de Jesus. No es el Dios del amor y la misericordia. No es el Dios de la justicia ni el Dios que ofrece un nuevo nacimiento. Sino mas bien el Dios juez con libros y balanzas. Y si Dios no juzga mucho menos ha dado autoridad a alguien para juzgar, ni siquiera a Jesus. Ni a justos ni a pecadores. El ejemplo está en la mujer adúltera, "el que este libre de pecados, que tire la primera piedra. Si nadie te has condenado, yo tampoco".
El proceder de Dios va más allá del proceder humano. El, como Padre, no calcula, no sale a investigar nuestros méritos, no sanciona conforme a una balanza. Eso esta superado en su amor de Padre, en su apertura a sus hijos, a su gratuidad (Lucas 15). Dios no es un poder ni un dominio sobre el hombre, es más que eso, es Padre. No va con su personalidad la sospecha, el juzgar, el manipular al ser humano. Su Reino no es tribunal donde siempre se condena, sino una familia de amor en donde El vive, crea y salva. Su amor es sin medida, por eso supera todas las formas y medidas que supone un juicio (Mateo 18, 23-34). El no es un Dios ciego ni se hace de la vista gorda. El conoce nuestro fallo y nuestra deuda, pero no se sienta ha investigar para dominarnos y castigarnos. Se sienta para conocer nuestra deuda y perdonarla; se sienta para conocer nuestra caída y levantarnos. Por eso renuncia al juicio, no como efecto de ignorancia o impotencia, sino como efecto de ser Padre. En conclusion, quien pretende juzgar se juzga a sí mismo. En la medida que aprendamos a no juzgar, al estilo de Jesus, aprenderemos a ser sencillamente humanos.
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