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LA CONVERSION



EL PROCESO DE LA CONVERSION
Iglesia Católica, pobres, ricos
     Este proceso  lo basaré en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32). ¿Por qué esta parábola? Porque ella es el resumen y el meollo de lo que Jesús predicó sobre la conversión. Jesús conoce el interior del ser humano. Sabe sus debilidades, sus contratiempos, sus luchas interiores  y exteriores. Que el camino es duro y sin compasión. Y El sale a su encuentro para ayudarlo en sus cruces. Cada palabra y gesto va encaminado a dignificarlo. Siempre conforme al pensar y actuar de su Padre.
    En esta parábola tenemos varios momentos de este proceso de conversión:
1-      La familia: Un padre con sus hijos. Y donde hay hijos hay una madre. Una madre que “oculta”, en su pequeñez y humildad vela por el bienestar de todos. ¿Seraa el mismo Dios? ¿Su amor maternal? Desde una óptica religiosa decimos que aquí este padre representa a Dios, la madre también representa a Dios, los hijos representa a cada uno de nosotros. Tenemos pues una paternidad y maternidad divina. Dios padre y madre. Protección y amor. También tenemos unos hijos que necesitan protección y amor. Todos somos una gran familia unidos en el amor. Hay en ella armonía, paz y gozo. La fraternidad es vivida a plenitud. Los dos hermanos se aman. Han vivido bajo calor y el amor de su padre-madre.
2-      La libertad: su padre les ensena a vivir en la libertad. No son sus hijos esclavos. Y desde la libertad su hijo menor pide la parte que le corresponde de su herencia. Es un “dame” en justicia. Le pertenece. Dios repartió sus bienes. No hay reclamo, no hay un “pero…”. Dios de igual manera procede con nosotros. Nos respeta la libertad. No nos ata. No nos pone exigencias. No quiere esclavos sino hijos.
3-      La ruptura: Desde su libertad el hijo decide salir. Se fue a un país lejano. ¿Qué hay  afuera que no hay adentro? ¿Amor? ¿Paz? ¿Aventura?... Por lo que se nota el hijo menor quiere explorar su libertad y disfrutar la vida con su herencia. En sentido espiritual podríamos decir que desea llenarse de gloria y fama. Es alejarse de Dios, vivir al margen de Él. Es el pecado de soberbia. No sabe disfrutar de los bienes del Padre ni sabe disfrutar los bienes de la creación. Se ha entregado al disfrute desordenado de las cosas de Dios en contra del mismo Dios.
4-      La derrota: nos dice el evangelio que “malgasto todos sus bienes”. Y aquí se entiende no solo los bienes materiales sino más bien los bienes de su dignidad como persona. Pierde los valores  humanos y espirituales. Retrocede a actitudes de animalidad.
5-      Angustia y dolor: “Comenzó a sufrir privaciones”.  Libertad y herencia se fueron  de vacaciones. Mala administración. Surge el vacío y la penuria. El mundo se ve negativo, oscuro. Se inicia el proceso sanador: reconquistar los valores perdidos. Una pequeña luz en la oscuridad. Una verdad en las mentiras.
6-       Llegan alienaciones: “Entonces fue y se puso al servicio de unos habitantes”. Es evasión y búsqueda de alternativas fuera del Padre, de Dios. Todas ellas falsas y destructivas. Otros dioses, otros principios y creencias.
7-      Esclavitud: “Lo envió a su campo para cuidar los cerdos”. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas. Término utilizado, esclavo.  El pecado termina en la esclavitud. “El que peca se hace esclavo del pecado” Juan 8,34.
8-      Soledad: Nadie se conduele. Se burlan. Se alejan. Son indiferentes. Nada ni nadie le duele. El pecado aísla, crea vacía y soledad. Solo su padre-madre, su Dios, le puede importar. Soledad que se vence en familia, en la armonía, en el amor.
9-      Conversión: “Entonces volvió en sí”. De la angustia a la reflexión y de la reflexión a descubrir su verdadera identidad como hijo de Dios. Surge el arrepentimiento, el dolor. Reconoce su error, su arrogancia y su egoísmo. Decide regresar al Padre, a la familia. Abre su corazón al encuentro de amor. Dios, prepara el encuentro con una gran fiesta. El hijo rebelde está  de regreso en casa.

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