Abordo este tema desde la vivencia y experiencia de San Juan de la Cruz, la cual en mi opinión, es muy sabia y certera. Sabia porque nos evita dolores de cabezas pensado en si soy un auténtico católico o no; y certera porque nos evita perder tiempo en todo aquello, llamase religiones y sectas, que vemos en cada esquina vendiendo ilusiones trasnochadas.
No es nueva, ni es crisis actual, la expresión: ``Cristo si, la Iglesia no``. Es la ignorancia. Es la rebeldía. Es el reflejo de no vivir en comunidad. De vivir en Iglesia. Es la exteriorización de su vacío interior. Es, a la vez, la expresión de su desorden espiritual. Vivir en la Iglesia es vivir en comunidad. Con lo pro y lo contra. Virtudes y defectos. Y de todos, no solo del laico sino también del consagrado. Se vive en una realidad llamada: humana. Y como la Iglesia la componemos todos los bautizados en ella no escapamos de esa realidad tan conocida.
Para San Juan de la Cruz todas las mediaciones de Dios, por muy humanas y frágiles que parezcan, son necesarias. De ahí que seguir a Cristo implica conocer, amar y servir a la Iglesia, a los hermanos. Nos dice: ´´Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo-hombre y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales``.
Así como Dios envió a su hijo al mundo, de igual manera Jesus envió a sus discípulos. La Iglesia no es una pared, ni un templo...es personas. Personas que lloran, que cantan, que sufren, que gozan...Todos formamos
una comunidad para ayudarnos a ser felices. Nos está diciendo que Dios esta caminando con nosotros. Que nos ama.
El seguidor de Jesus está convocado a ejercitar el amor en esta Iglesia. Un amor que se debe realizar en una doble vertiente: Dios y los hombres. Un amor que se concretiza en orar y en trabajar. Y para el Santo Carmelita, ese amor a Dios aprovecha e importa a la Iglesia. ¿Por que? Porque para amar fuimos creados.
La Iglesia es pues, el lugar donde el Padre ama y llama; lugar donde el Espíritu Santo libera y limpia; es el pueblo de Dios en camino; casa abierta a todas las naciones; techo común donde todos tienen acogida.
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Para San Juan de la Cruz todas las mediaciones de Dios, por muy humanas y frágiles que parezcan, son necesarias. De ahí que seguir a Cristo implica conocer, amar y servir a la Iglesia, a los hermanos. Nos dice: ´´Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo-hombre y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales``.
Así como Dios envió a su hijo al mundo, de igual manera Jesus envió a sus discípulos. La Iglesia no es una pared, ni un templo...es personas. Personas que lloran, que cantan, que sufren, que gozan...Todos formamos
una comunidad para ayudarnos a ser felices. Nos está diciendo que Dios esta caminando con nosotros. Que nos ama.
El seguidor de Jesus está convocado a ejercitar el amor en esta Iglesia. Un amor que se debe realizar en una doble vertiente: Dios y los hombres. Un amor que se concretiza en orar y en trabajar. Y para el Santo Carmelita, ese amor a Dios aprovecha e importa a la Iglesia. ¿Por que? Porque para amar fuimos creados.
La Iglesia es pues, el lugar donde el Padre ama y llama; lugar donde el Espíritu Santo libera y limpia; es el pueblo de Dios en camino; casa abierta a todas las naciones; techo común donde todos tienen acogida.
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