Es hermoso y gratificante participar del bautizo de un niño-a. Es una liturgia cargada de símbolos: agua, óleo , velas, sal, ropas, etc. Las lecturas giran entorno al nuevo nacimiento. Se predica sobre ser hijos de Dios, las responsabilidades de padres y padrinos, la importancia de ser parte importante en la Iglesia. Y hay un momento de mucho significado: la unción con el óleo , conocido como crisma. ¿Qué tiene que ver con el hogar?
La criatura viene ungida con el crisma. El cual es bendecido por el obispo el jueves santo. Y su significado es que el nuevo cristiano comparte con Jesús una triple misión como profeta, rey y sacerdote. Una misión que viene olvidada desde el momento en que se sale del templo. Y en hogar ni se diga. Solo se habla de las fotos y de otros chismes callejeros. Pero un cristiano que busca seguir a Jesús con seriedad sabe que su hijo a entrado a formar parte de la vida divina, es un hijo de Dios real, no un adoptado. Que su hijo es miembro de la Iglesia. El es Iglesia. Y que en su ser es profeta, rey y sacerdote.
Ser profeta en el hogar es de todos los bautizados que viven en el. Aun no estén viviendo bajo el mismo techo. Ser familia trasciende lugar, espacio y tiempo. Y muchos padres se han olvidado ejercer el profetismo. De igual muchos hijos. Ser profeta no se limita a corregir, llamar la atención, gritar calamidades. Es sobre todo llevar un mensaje de esperanza, luz, alegría y paz. Es buscar la armonía en el hogar en esos momentos de dificultades y de oscuridades. Es cierto que hay que gastarse la garganta corrigiendo, pero no es meno cierto que los resultados suelen ser muy positivos.
Ser rey en el hogar no es imposición. No es poder. No es anular al otro. Es ser el gran servidor. Es buscar que todos se sientan bien. Es poner el amor por encima de los intereses propios.
Ser sacerdote en el hogar no es que te adoren y te llenen de incienso. Es ofrecer todo lo bueno y bello que llevamos en el corazón. Es poner a disposición todo mi ser para que los demás se sientan acogidos y aceptados.
La misión del hogar es una tarea de todos los días. De mucha paciencia y de mucho amor. Y si colocamos a Dios en nuestro hogar El nos ayudará incondicionalmente.
La criatura viene ungida con el crisma. El cual es bendecido por el obispo el jueves santo. Y su significado es que el nuevo cristiano comparte con Jesús una triple misión como profeta, rey y sacerdote. Una misión que viene olvidada desde el momento en que se sale del templo. Y en hogar ni se diga. Solo se habla de las fotos y de otros chismes callejeros. Pero un cristiano que busca seguir a Jesús con seriedad sabe que su hijo a entrado a formar parte de la vida divina, es un hijo de Dios real, no un adoptado. Que su hijo es miembro de la Iglesia. El es Iglesia. Y que en su ser es profeta, rey y sacerdote.
Ser profeta en el hogar es de todos los bautizados que viven en el. Aun no estén viviendo bajo el mismo techo. Ser familia trasciende lugar, espacio y tiempo. Y muchos padres se han olvidado ejercer el profetismo. De igual muchos hijos. Ser profeta no se limita a corregir, llamar la atención, gritar calamidades. Es sobre todo llevar un mensaje de esperanza, luz, alegría y paz. Es buscar la armonía en el hogar en esos momentos de dificultades y de oscuridades. Es cierto que hay que gastarse la garganta corrigiendo, pero no es meno cierto que los resultados suelen ser muy positivos.
Ser rey en el hogar no es imposición. No es poder. No es anular al otro. Es ser el gran servidor. Es buscar que todos se sientan bien. Es poner el amor por encima de los intereses propios.
Ser sacerdote en el hogar no es que te adoren y te llenen de incienso. Es ofrecer todo lo bueno y bello que llevamos en el corazón. Es poner a disposición todo mi ser para que los demás se sientan acogidos y aceptados.
La misión del hogar es una tarea de todos los días. De mucha paciencia y de mucho amor. Y si colocamos a Dios en nuestro hogar El nos ayudará incondicionalmente.
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