San Lucas 4, 14 dice: "Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu". Fuerza da a entender poder. Poder da a entender dominio. Y quien domina gobierna. Es la lógica del mundo. Pero aquí no va esa idea. La fuerza del Espíritu es para amar. Tal es así que Lucas pone en los labios de Jesús la siguiente frase:" El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque el me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el ano de gracia del Señor".
Dos palabras claves, una al inicio y otra al final del párrafo: ungido y gracia.
- "me ha ungido".
- "para anunciar el año de gracia del Señor".
La fuerza del Espíritu que Jesús posee es la fuerza del mismo Dios-Padre. No es una fuerza de violencia ni de dominio. Es una fuerza para amar. Un amor que se hace servicio al hermano. Es por lo tanto para crear vida y sostener la vida. De ahí que no cabe nada que vaya a opresión, esclavitud, dolor, muerte. Es un fuerza de hacer justicia desde el amor.
Es una fuerza del Espíritu que nace de la filiación a Dios. Jesús Hijo. Es el Hijo ungido. Y la unción es dar poder y realeza. No es una unción para si mismo, para lucrarse de ello. Es una unción para dar gratuitamente tal como la recibió. Es ungido para una misión sin paga, sin honor, sin fama. Y esta misión es siempre en favor del desprotegido, del frágil, del ignorado, del que se reconoce pequeño, pobre.
A partir de esa misión, sacando al ser humano de la mazmorra existencial, conduciéndolo a la luz, a la libertad, a la dignidad es que se convierte en una grata acción de gracia al Padre que se ha dignado en hacernos participes de su vida de amor.
El "año de gracia" es cualquier día que el ser humano se disponga a ser ungido y de este modo recibir esa fuerza del Espíritu con sencillez, como hijo. Esta unción se muere cuando la secuestramos para nuestro propio intereses, cuando no la ejercemos en favor del necesitado.
Dos palabras claves, una al inicio y otra al final del párrafo: ungido y gracia.
- "me ha ungido".
- "para anunciar el año de gracia del Señor".
La fuerza del Espíritu que Jesús posee es la fuerza del mismo Dios-Padre. No es una fuerza de violencia ni de dominio. Es una fuerza para amar. Un amor que se hace servicio al hermano. Es por lo tanto para crear vida y sostener la vida. De ahí que no cabe nada que vaya a opresión, esclavitud, dolor, muerte. Es un fuerza de hacer justicia desde el amor.
Es una fuerza del Espíritu que nace de la filiación a Dios. Jesús Hijo. Es el Hijo ungido. Y la unción es dar poder y realeza. No es una unción para si mismo, para lucrarse de ello. Es una unción para dar gratuitamente tal como la recibió. Es ungido para una misión sin paga, sin honor, sin fama. Y esta misión es siempre en favor del desprotegido, del frágil, del ignorado, del que se reconoce pequeño, pobre.
A partir de esa misión, sacando al ser humano de la mazmorra existencial, conduciéndolo a la luz, a la libertad, a la dignidad es que se convierte en una grata acción de gracia al Padre que se ha dignado en hacernos participes de su vida de amor.
El "año de gracia" es cualquier día que el ser humano se disponga a ser ungido y de este modo recibir esa fuerza del Espíritu con sencillez, como hijo. Esta unción se muere cuando la secuestramos para nuestro propio intereses, cuando no la ejercemos en favor del necesitado.
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