Se vive de sueños, ilusiones, proyectos. Como ser humano buscamos lo mejor, lo máximo, lo perfecto. Y el camino parece que nos acaba. Que hemos caminado mucho, pero falta mucho mas. Y que hemos logrado mucho, pero nos falta algo. Siempre nos queda el final. Y seguimos buscando mas y mas.
En en ámbito católico esa búsqueda de lo definitivo es constante. Los movimientos religiosos nos lanzan hacia la meta definitiva: llegar a ser santo. Llegar a Dios. Se dice popularmente que todos los caminos conducen a Roma. En lo espiritual todos los caminos conducen a Dios. Y dentro de tantas flores se escogen unas cuantas. Unas con espinas y otras no. Unas mas altas y hermosas. Otras mas bajas y menos agraciadas. Pero lo que cuenta es tener la flor. Y ahí esta la riqueza de la Iglesia, todos con la flor en mano. Y esa flor tiene un nombre: carisma. Un carisma que nos hace diversos, diferentes, pero con la centralidad en Dios.
El camino de esa centralidad es Jesús. Como dijo: nadie va al Padre sino por El. Salir de ese camino nos hace perder tiempo y discurso. Jesús es mas que una visión, revelación, un milagro, un discurso...
En El está el plan de Dios con toda la creación. Un plan de misericordia, de acogida, de amor. San Juan de la Cruz nos habla de Jesús como la palabra definitiva del Padre. No busquemos a alguien o algo mejor que El. Y nos dice que pongamos los ojos solo en El, porque en El lo tiene todo dicho y revelado, que encontraremos más de lo que pidamos y deseamos. En Jesús encontraremos todas las respuestas, dado que se nos ha dado como hermano, compañero y maestro, como precio y premio.
En en ámbito católico esa búsqueda de lo definitivo es constante. Los movimientos religiosos nos lanzan hacia la meta definitiva: llegar a ser santo. Llegar a Dios. Se dice popularmente que todos los caminos conducen a Roma. En lo espiritual todos los caminos conducen a Dios. Y dentro de tantas flores se escogen unas cuantas. Unas con espinas y otras no. Unas mas altas y hermosas. Otras mas bajas y menos agraciadas. Pero lo que cuenta es tener la flor. Y ahí esta la riqueza de la Iglesia, todos con la flor en mano. Y esa flor tiene un nombre: carisma. Un carisma que nos hace diversos, diferentes, pero con la centralidad en Dios.
El camino de esa centralidad es Jesús. Como dijo: nadie va al Padre sino por El. Salir de ese camino nos hace perder tiempo y discurso. Jesús es mas que una visión, revelación, un milagro, un discurso...
En El está el plan de Dios con toda la creación. Un plan de misericordia, de acogida, de amor. San Juan de la Cruz nos habla de Jesús como la palabra definitiva del Padre. No busquemos a alguien o algo mejor que El. Y nos dice que pongamos los ojos solo en El, porque en El lo tiene todo dicho y revelado, que encontraremos más de lo que pidamos y deseamos. En Jesús encontraremos todas las respuestas, dado que se nos ha dado como hermano, compañero y maestro, como precio y premio.
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