La metáfora es de San Pablo en una carta dirigida a los Efesios. Pablo ora a Dios para que así como el estaba en la ceguera espiritual, en el desconocimiento de Jesús, del plan de Dios para la creación, el pueblo de Israel, y en el toda la creación, salga, de una vez y por toda, de la ceguera, de la necedad, de la oscuridad en que vive. ¿De qué modo? Dejando entrar a Jesús en sus vidas. Es aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías, el enviado a dar sentido a la creación.
Iluminar el corazón es reconocer nuestra riqueza interior: somos amados por Dios dado que El nos ha enviado su mayor tesoro, su Hijo.
Iluminar el corazón es ver que Jesús ha estado siempre con nosotros puesto que ha sido un proyecto amoroso de Dios desde la eternidad.
Iluminar el corazón es reconocer que hemos fallado en el amor.
Iluminar el corazón es ver que nuestro interior se ha llenado de todo, menos de Dios.
Iluminar el corazón es comprobar que hemos recorrido caminos equivocados, de dolor y muerte.
Iluminar el corazón es observar nuestras injusticias con el hermano.
Iluminar el corazón es haber construidos nuestros propios dioses alienantes.
Iluminar el corazón es dejar entrar la humildad, la misericordia, el servicio.
En definitiva, es seguir los pasos de Jesús, que siendo Dios se hizo carne, humanidad, entrega. En El encontraremos las luces necesarias para transformar nuestras vidas y llegar a Dios. Privarnos de la luz es privarnos de vivir en el gozo y la felicidad. Es desterrar para siempre la oscuridad, el dolor, la desesperanza, la soledad, la tristeza.
Iluminar el corazón es reconocer nuestra riqueza interior: somos amados por Dios dado que El nos ha enviado su mayor tesoro, su Hijo.
Iluminar el corazón es ver que Jesús ha estado siempre con nosotros puesto que ha sido un proyecto amoroso de Dios desde la eternidad.
Iluminar el corazón es reconocer que hemos fallado en el amor.
Iluminar el corazón es ver que nuestro interior se ha llenado de todo, menos de Dios.
Iluminar el corazón es comprobar que hemos recorrido caminos equivocados, de dolor y muerte.
Iluminar el corazón es observar nuestras injusticias con el hermano.
Iluminar el corazón es haber construidos nuestros propios dioses alienantes.
Iluminar el corazón es dejar entrar la humildad, la misericordia, el servicio.
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