“Conocí al padre
fray Juan de la Cruz, y le traté y le comuniqué muchas veces. Fue un hombre de
mediano cuerpo, de rostro grave y venerable, algo moreno y de buena fisonomía;
su trato y conversación, apacible, muy espiritual y provechoso para los que lo oían
y comunicaban. Y en esto fue tan singular, que los que le trataban, hombres o
mujeres, salían espiritualizados, devotos y aficionados a la virtud. Supo y
sintió altamente de la oración y trato con Dios, y a todas las dudas que le
proponían acerca de estos puntos respondía con alteza de sabiduría, dejando a
los que le consultaban muy satisfechos y aprovechados. Fue amigo de
recogimiento y de hablar poco; su risa, poca y muy compuesta. Cuando reprendía
como superior, que no fue muchas veces, era con dulce severidad, exhortando con
amor fraternal, y todo con admirable serenidad y gravedad”.
Fr. Eliseo de los Mártires.
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