De vez en cuando me gusta visitar los catálogos de varias casas editoriales. Aunque no suelo comprar por internet me deleito leyendo los títulos de sus libros. Y dentro de la gran amalgama existente me entretengo con los libros de línea mercantil, es decir, de esos libros que resaltan de principio a fin como ser rico, ser positivo, ser un gran éxito... Aparecen fórmulas , anécdotas, estudios, estadísticas, magias...que emboban y encantan a cualquiera. Claro, no a cualquiera, sino a los ingenuos, a los desprevenidos, a los desesperados. Y por que no: a los cazas tesoros.
La vida de un hombre no es fácil cuando vive rodeado de vivos, no de muertos. Es estar rodeado por fieras. Y para colmo, rodeados de seudosantos, seudoamigos, seudofamiliares y demás especie infernales que sólo buscan sus intereses , ensanchar sus egos, destruír a su paso a todos. Y no es nada nuevo, pues realmente vivimos dos mentalidades en un sólo mundo. Por un lado está la mentalidad del poseer, y por otro lado la mentalidad del justo. Y a partir de esas dos mentalidades se va construyendo la vida, la persona, la familia, la sociedad. Por ahora, a mi modo de ver, esa mentalidad dual no se le vislumbra solución. Son dos en guerra, un Cain y un Abel, Dios y el demonio, la gracia y el pecado, el amor y el odio, la paz y la guerra...
Me causa mucha gracia cuando leo a San Lucas 12,13-21. Jesus en una multitud se encuentra con alguien, que puede ser tú o yo, que le dice:"Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Bendita herencia, maldita herencia dirán muchos. Para unos cuantos la herencia resuelve, para otros se convierte en un dolor de cabeza. Se termina siendo amigos o enemigos. El problema no está en la herencia, sino en nuestra concepción sobre la herencia. Esta el problema en nuestro interior, en nuestra pobreza espiritual o en nuestra riqueza espiritual. En una simple pregunta: ¿De qué está lleno tú o mi corazón?
Y Jesus respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez entre ustedes?" El juez no es Dios ni es Jesus de nuestras disputas. Es nuestra conciencia el juez. Si eres justo vas a actuar con justicia, sin egoísmo, sin manipulaciones y amarraderas.
Agrega Jesus, enfatizando lo que importa la vida del hombre: "Cuidanse de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no esta asegurada por sus riquezas".
Vivir para si es morir al plan de Dios, vivir para Dios es vivir para los demás. La vida de un hombre, del ser humano, vale más que cualquier herencia. No es vida lo que nos lleva al odio, a la vanidad, a la división. Dios es vida, es amor.
La vida de un hombre no es fácil cuando vive rodeado de vivos, no de muertos. Es estar rodeado por fieras. Y para colmo, rodeados de seudosantos, seudoamigos, seudofamiliares y demás especie infernales que sólo buscan sus intereses , ensanchar sus egos, destruír a su paso a todos. Y no es nada nuevo, pues realmente vivimos dos mentalidades en un sólo mundo. Por un lado está la mentalidad del poseer, y por otro lado la mentalidad del justo. Y a partir de esas dos mentalidades se va construyendo la vida, la persona, la familia, la sociedad. Por ahora, a mi modo de ver, esa mentalidad dual no se le vislumbra solución. Son dos en guerra, un Cain y un Abel, Dios y el demonio, la gracia y el pecado, el amor y el odio, la paz y la guerra...
Me causa mucha gracia cuando leo a San Lucas 12,13-21. Jesus en una multitud se encuentra con alguien, que puede ser tú o yo, que le dice:"Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Bendita herencia, maldita herencia dirán muchos. Para unos cuantos la herencia resuelve, para otros se convierte en un dolor de cabeza. Se termina siendo amigos o enemigos. El problema no está en la herencia, sino en nuestra concepción sobre la herencia. Esta el problema en nuestro interior, en nuestra pobreza espiritual o en nuestra riqueza espiritual. En una simple pregunta: ¿De qué está lleno tú o mi corazón?
Y Jesus respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez entre ustedes?" El juez no es Dios ni es Jesus de nuestras disputas. Es nuestra conciencia el juez. Si eres justo vas a actuar con justicia, sin egoísmo, sin manipulaciones y amarraderas.
Agrega Jesus, enfatizando lo que importa la vida del hombre: "Cuidanse de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no esta asegurada por sus riquezas".
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