Los Fariseos siempre atentos para usar su trampa, su látigo y su ley. La gente le importa menos que la ley. No hay amor ni compasión, sólo hay ley en su mente. La salvación es medida por el cumplimiento de la ley. Pero un cumplimiento conforme a su modo de ver y entender la ley. Jesus se convierte en su blanco de ataque. Lo ven presa fácil: hombre de poblado pequeño, donde la ignorancia es su tesoro, donde la pobreza raya en la miseria...Delante de ellos todo es insignificante, sin valor y trascendencia. Y Jesus será su víctima de ataque.
San Marcos 10,2-16 con todo su realismo nos narra el acercamiento de los Fariseos a Jesus. Un propósito: ponerlo a prueba. Hoy diríamos ponerle una brasa ardiendo. Quizá para humillarlo. Quizá para divertirme un poco. Quizá para hundirlo y acabar con su persona y doctrina. El matrimonio, plato fuerte en la sociedad de Israel. Y la pregunta brota desde lo profundo de la ley:"¿Le es LICITO a un hombre divorciarse de su mujer?" Pero Jesus también va a lo profundo y contraataca con otra pregunta:" ¿Qué le ha mandado MOISES?" Ellos, experto en la ley responden:"Moises permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio".
Ellos, nos imaginamos que alzaron su cuello blanco con orgullo, con tanta sabiduría y hombría esperarando la respuesta de Jesus. Lo tenían en su jaula. Sin embargo Jesus les sorprende con un sustancial ataque a su ignorancia: "Por vuestra terquedad dejó escrito Moises este precepto". El reproche parece que fue tan certero y directo que ellos quedaron mudos. Por sus venas no era ya sangre lo que transitava, sino un hielo frío. Y más aún cuando Jesus le dijo:"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre".
Es triste ver tanta ignorancia sobre el matrimonio. Más triste ver el poco volor concedido a la mujer, donde viene tratada como un objecto de poco valor, o un ser a la igual que un animal, incluso hasta de menos valor que un camello. Recurrir a la ley de Moises para repudiar a la esposa "por algo feo", o por una infedilidad o porque dejó quemar el pan,o poque era estéril, o porque no le daba un hijo varón...es realmente de mente pobre. Sin embargo Jesus vuelve a la ley originaria puesta en la naturaleza, según la cual "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una sola carne".
Jesus nos hace ver que Dios siempre ha querido la unidad,el complemento, la compañía, el matrimonio. No un dominio ni un señorío de uno sobre el otro. Que no se trata de una relación de animales, sino de seres humanos. Y más aún de un hombre y una mujer. Es la invitación a vivir una relación de realización y gozo. De ahí que la única relación plena, satisfatoria, regocijante y que produce frutos y que Dios nos hace partícipe de unirnos a El en la creación, es la relación con quien es igual a él, "carne de su carne". Y el grado máximo de esta relación es la relación matrimonial del varón y la mujer. Por lo tanto, en el deseo de Dios está además de la amistad, el compañerismo, una relación afectiva y efectiva , la institucionalidad del matrimonio y de la familia. Ambas son naturales y gozan del beneplácito de Dios. El matrimonio nos une a Dios y a su plan de convertirnos en su gran pueblo.
El matrimonio encontrará oposición y fuerzas que se opondrán a su unidad. Pero el amor profundo y auténtico harán surgir recursos y energías para promoverlo y defenderlo. Jesus levantó su voz contra los sabios Fariseos. El nos dio el ejemplo de la total entrega, del total amor y de total perdón. Con todo respeto y caridad,cualquier otra relación será otra cosa, pero no matrimonio. El matrimonio es muy sagrado y serio para que se reduzca en simple papel o en una convivencia porque dos o tres lo quieran ver, presentar y vivir de otra manera.
San Marcos 10,2-16 con todo su realismo nos narra el acercamiento de los Fariseos a Jesus. Un propósito: ponerlo a prueba. Hoy diríamos ponerle una brasa ardiendo. Quizá para humillarlo. Quizá para divertirme un poco. Quizá para hundirlo y acabar con su persona y doctrina. El matrimonio, plato fuerte en la sociedad de Israel. Y la pregunta brota desde lo profundo de la ley:"¿Le es LICITO a un hombre divorciarse de su mujer?" Pero Jesus también va a lo profundo y contraataca con otra pregunta:" ¿Qué le ha mandado MOISES?" Ellos, experto en la ley responden:"Moises permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio".
Ellos, nos imaginamos que alzaron su cuello blanco con orgullo, con tanta sabiduría y hombría esperarando la respuesta de Jesus. Lo tenían en su jaula. Sin embargo Jesus les sorprende con un sustancial ataque a su ignorancia: "Por vuestra terquedad dejó escrito Moises este precepto". El reproche parece que fue tan certero y directo que ellos quedaron mudos. Por sus venas no era ya sangre lo que transitava, sino un hielo frío. Y más aún cuando Jesus le dijo:"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre".
Es triste ver tanta ignorancia sobre el matrimonio. Más triste ver el poco volor concedido a la mujer, donde viene tratada como un objecto de poco valor, o un ser a la igual que un animal, incluso hasta de menos valor que un camello. Recurrir a la ley de Moises para repudiar a la esposa "por algo feo", o por una infedilidad o porque dejó quemar el pan,o poque era estéril, o porque no le daba un hijo varón...es realmente de mente pobre. Sin embargo Jesus vuelve a la ley originaria puesta en la naturaleza, según la cual "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una sola carne".
Jesus nos hace ver que Dios siempre ha querido la unidad,el complemento, la compañía, el matrimonio. No un dominio ni un señorío de uno sobre el otro. Que no se trata de una relación de animales, sino de seres humanos. Y más aún de un hombre y una mujer. Es la invitación a vivir una relación de realización y gozo. De ahí que la única relación plena, satisfatoria, regocijante y que produce frutos y que Dios nos hace partícipe de unirnos a El en la creación, es la relación con quien es igual a él, "carne de su carne". Y el grado máximo de esta relación es la relación matrimonial del varón y la mujer. Por lo tanto, en el deseo de Dios está además de la amistad, el compañerismo, una relación afectiva y efectiva , la institucionalidad del matrimonio y de la familia. Ambas son naturales y gozan del beneplácito de Dios. El matrimonio nos une a Dios y a su plan de convertirnos en su gran pueblo.
El matrimonio encontrará oposición y fuerzas que se opondrán a su unidad. Pero el amor profundo y auténtico harán surgir recursos y energías para promoverlo y defenderlo. Jesus levantó su voz contra los sabios Fariseos. El nos dio el ejemplo de la total entrega, del total amor y de total perdón. Con todo respeto y caridad,cualquier otra relación será otra cosa, pero no matrimonio. El matrimonio es muy sagrado y serio para que se reduzca en simple papel o en una convivencia porque dos o tres lo quieran ver, presentar y vivir de otra manera.
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