SANTA TERESA DE JESUS tiene bien claro y sabe por propia experiencia que para entrar al castillo(centro de la persona-ser) la puerta principal es la ORACION, y que la oración ha de ser con conciencia despierta, atenta y amorosa. Apostolado sin oración va cojo, santidad sin oración va cojo, sacramentos sin oración va cojo, y oración sin amor va coja.
El propio conocimiento es necesario para todas las personas a todo lo largo, alto y profundo del castillo, es decir, en todas las moradas. No se puede entrar al castillo sin conocernos, sin saber lo que somos, de donde venimos, quien nos creó, quien nos dio vida y libertad. Es buscar la verdad de mi ser desde la humildad. No se puede entrar al castillo sin darnos cuenta de quién es Dios, lo que significa en mi vida, del valor que representa en mi vida. Si Dios es lo más valioso de mi vida, será mi mayor tesoro, es mi PADRE.
Teresa nos dice que en las segundas moradas entran las almas (totalidad del ser humano) que han
empezados a tener oración, las que han entendido lo que les importa no quedarse en las primeras moradas, por los peligros que corren constantemente. Para estas persanas es vital percibir que Dios es más que las cosas del mundo.
Dios se convierte en estas personas en sus vidas, en el aire que respira, en la fuerza que les empuja a levantarse en las caídas, en las dificultades, en las contrariedades, en la enfermendad...Es el Dios del amor, del que brinda sus brazos constantemente, es el que nos da la palabra de animo, de aliento, de perdón.
En estas segundas moradas las guerras interiores y exteriores que recibe el alma son muy terribles, tales como no deseo de orar, de hacer el bien, de no buscar los sacramentos. Es un desencanto en todo lo religioso, que muchas veces viene reforzado por las personas con quienes tratamos, por el ambiente. Y hasta por las circunstancias que se están viviendo.
Por eso es necesario saber y tener conciencia de quienes son nuestras amistades verdaderas, sin son personas de oración, de buenos principios y respetuosos de Dios. Hay que ser fuertes con nuestras convicciones, defendernos buscando de Dios, no dejar de ser luz y sal en el ambiente que nos toca vivir. No se trata de un "pasar de largo" ante quién piensa y actúa distinto sino más bien de ser un hermano que busca su bien, su bienestar, su felicidad desde conversión y seguimiento a Dios.
Si en las primeras moradas éramos como sordomudos y tullidos, en donde los golpes no se notaban, en estas segundas moradas escuchamos y vemos de que no estamos solos, de que Dios sale a socorrernos, nos da la Biblia, su palabra para guiarnos, nos da personas o grupos que nos acompañan y aconsejan, nos da buenos sermones, buenos libros, los sacramentos,etc.
Es que Dios se sirve de los medios exteriores para hacerse oir, y más aún, nos enseña sus verdades en aquellos ratos que estamos en oración. Que aunque sea floja o poquita, Dios tiene en mucho ese tiempo dedicado a conversar con El, a estar con El. Dios sabe "aguantar muchos días y años, en especial cuando ve perseverancia y buenos deseos".
En las primeras moradas habían pocas esperanzas de triunfar por el hecho de estar sordomudas, pero estas segundas moradas tenemos muchas ayudas que debemos aprovechar, y la Iglesia guarda, conserva y nos brinda esas ayudas para que seamos una gran familia de Dios.
El propio conocimiento es necesario para todas las personas a todo lo largo, alto y profundo del castillo, es decir, en todas las moradas. No se puede entrar al castillo sin conocernos, sin saber lo que somos, de donde venimos, quien nos creó, quien nos dio vida y libertad. Es buscar la verdad de mi ser desde la humildad. No se puede entrar al castillo sin darnos cuenta de quién es Dios, lo que significa en mi vida, del valor que representa en mi vida. Si Dios es lo más valioso de mi vida, será mi mayor tesoro, es mi PADRE.
Teresa nos dice que en las segundas moradas entran las almas (totalidad del ser humano) que han
empezados a tener oración, las que han entendido lo que les importa no quedarse en las primeras moradas, por los peligros que corren constantemente. Para estas persanas es vital percibir que Dios es más que las cosas del mundo.
Dios se convierte en estas personas en sus vidas, en el aire que respira, en la fuerza que les empuja a levantarse en las caídas, en las dificultades, en las contrariedades, en la enfermendad...Es el Dios del amor, del que brinda sus brazos constantemente, es el que nos da la palabra de animo, de aliento, de perdón.
Por eso es necesario saber y tener conciencia de quienes son nuestras amistades verdaderas, sin son personas de oración, de buenos principios y respetuosos de Dios. Hay que ser fuertes con nuestras convicciones, defendernos buscando de Dios, no dejar de ser luz y sal en el ambiente que nos toca vivir. No se trata de un "pasar de largo" ante quién piensa y actúa distinto sino más bien de ser un hermano que busca su bien, su bienestar, su felicidad desde conversión y seguimiento a Dios.
Si en las primeras moradas éramos como sordomudos y tullidos, en donde los golpes no se notaban, en estas segundas moradas escuchamos y vemos de que no estamos solos, de que Dios sale a socorrernos, nos da la Biblia, su palabra para guiarnos, nos da personas o grupos que nos acompañan y aconsejan, nos da buenos sermones, buenos libros, los sacramentos,etc.
Es que Dios se sirve de los medios exteriores para hacerse oir, y más aún, nos enseña sus verdades en aquellos ratos que estamos en oración. Que aunque sea floja o poquita, Dios tiene en mucho ese tiempo dedicado a conversar con El, a estar con El. Dios sabe "aguantar muchos días y años, en especial cuando ve perseverancia y buenos deseos".
En las primeras moradas habían pocas esperanzas de triunfar por el hecho de estar sordomudas, pero estas segundas moradas tenemos muchas ayudas que debemos aprovechar, y la Iglesia guarda, conserva y nos brinda esas ayudas para que seamos una gran familia de Dios.
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