Cuando uno va por las calles es hermoso encontrar todo tipo de gente: hombres, mujeres, pobres, ricos, altos, pequeños, etc. No hay uno igual al otro, y ¡somos millones! Pero lo que realmente me llama la atención es el reflejo de su interior: su tristeza, su alegría, su paz, su agitación, su pausa y su prisa. He visto a muchos que ríen, pero no ríen desde su corazón. Ve histo que lloran, pero no lloran desde su corazón. ¿Qué pasa?¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la felicidad? Se dice que los ojos son el espejo del alma. Es posible, aunque no sea una verdad probada. Hay muchos gestos escondidos, hay muchos ojos oscultos a los ojos, hay muchas lágrimas llenando cisternas interiores, muchas alegrías silenciosas esperando un hueco por donde salir...
Se puede tener muchas cosas en el mundo, se puede pasar toda una vida en una carcel, se pueden comprar conciencias, pero no la libertad de espíritu. La libertad de espíritu no conoce el apego, el egoísmo, el actuar por obligación ni costumbre social. La libertad de espíritu actúa con la verdad, la humildad y la sencillez. Actúa con la racionalidad para no convertirse en un esclavo de sí, de sus sentimientos, ni del parecer ni el sentir de los otros.
Y viendo el poder de lo sensible, de la apariencia, del gusto...el hombre o mujer espiritual se hace capaz de ponerlo en su lugar correspondiente. No son el todo del ser humano, sino partes. Que tienen valor e importancia en cuanto apoyan y dignifican al ser humano. San Juan de la Cruz observando esta relación entre lo racional y lo sensible, comprueba que por lo general lo sensible "empacha el juicio, sustentadole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente cria cobardia e inconstancia y, con tiniebla en el ánimo y flaqueza de corazón, hace temer donde no hay que temer, cria este gozo espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espiritu por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darle, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado" (3 S 25,6).
La libertad de espíritu nos hace racionales. Nuestro comportamiento se hace racional. Nuestros actos son guiados por la razón. Ahora bien, surge un engañó, según San Juan de la Cruz: el que vamos a encontrar muchas gentes con buenas virtudes, de una moral intachable...que por el hecho de que lleven una vida "santa" se creen los de una gran "élite ", de una "casta especial", que por lo tanto, desaprueban y condenan las cosas, las ideas, las obras de los otros por el simple hecho de que a ellos no le gustan. No quieren perder los elogios, el buen decir, la honrra y fama. En breves palabras: el que actúa con libertad de espíritu actúa con la conciencia de que los demás se mueven a obrar por Dios y por el prójimo sin "arrimo" de algun interés de consuelo o gusto u otro que no sea por la gloria de Dios. Ser espiritual es alegrarse por el crecimiento espiritual del otro, es liberarse de la esclavitud del sentido y llegar a gozar la plena libertad. Es cero celo espiritual.
Se puede tener muchas cosas en el mundo, se puede pasar toda una vida en una carcel, se pueden comprar conciencias, pero no la libertad de espíritu. La libertad de espíritu no conoce el apego, el egoísmo, el actuar por obligación ni costumbre social. La libertad de espíritu actúa con la verdad, la humildad y la sencillez. Actúa con la racionalidad para no convertirse en un esclavo de sí, de sus sentimientos, ni del parecer ni el sentir de los otros.
Y viendo el poder de lo sensible, de la apariencia, del gusto...el hombre o mujer espiritual se hace capaz de ponerlo en su lugar correspondiente. No son el todo del ser humano, sino partes. Que tienen valor e importancia en cuanto apoyan y dignifican al ser humano. San Juan de la Cruz observando esta relación entre lo racional y lo sensible, comprueba que por lo general lo sensible "empacha el juicio, sustentadole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente cria cobardia e inconstancia y, con tiniebla en el ánimo y flaqueza de corazón, hace temer donde no hay que temer, cria este gozo espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espiritu por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darle, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado" (3 S 25,6).
La libertad de espíritu nos hace racionales. Nuestro comportamiento se hace racional. Nuestros actos son guiados por la razón. Ahora bien, surge un engañó, según San Juan de la Cruz: el que vamos a encontrar muchas gentes con buenas virtudes, de una moral intachable...que por el hecho de que lleven una vida "santa" se creen los de una gran "élite ", de una "casta especial", que por lo tanto, desaprueban y condenan las cosas, las ideas, las obras de los otros por el simple hecho de que a ellos no le gustan. No quieren perder los elogios, el buen decir, la honrra y fama. En breves palabras: el que actúa con libertad de espíritu actúa con la conciencia de que los demás se mueven a obrar por Dios y por el prójimo sin "arrimo" de algun interés de consuelo o gusto u otro que no sea por la gloria de Dios. Ser espiritual es alegrarse por el crecimiento espiritual del otro, es liberarse de la esclavitud del sentido y llegar a gozar la plena libertad. Es cero celo espiritual.
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