En los escritos de San Juan de la Cruz es muy frecuente encontrar las expresiones: "TODO" y "NADA". Desde su experiencia nos intruduce en ese laberinto de lo que realmente "llena" y "realiza" al ser humano. No todo llena, no todo realiza, no todo nos da lo que realmente necesitamos. El ansia de "más" parece insaciable. Nos encontramos en frente a nuestros deseos, ambiciones, vanidades... Y al mismo tiempo nos encontramos con nuestras "meajas", pobreza, necesidades y sufrimientos. ¿Qué hacer? ¿Cómo prodecer?
La respuesta está en nuestro INTERIOR. Así como se observan las cosas exteriores hay que observar las interiores. Hay que detenerse un instante, parar nuestro caballo y reflexionar. ¿Quién conduce mi vida? ¿YO? ¿EL caballo?¿La calle? ¿La gente?¿La tienda? ¿La fama? ¿La publicidad?...Y es triste observar de como nos dejamos arrastrar, incluso hasta el suicidio, por obtener un bien material, de lo cual ya no sería un bien, sino un mal. Creamos una auténtica guerra en el supermercado, las tiendas...Peleamos, discutimos, nos miramos con recelos. No se soporta que el otro esté bien, que tenga su último carro, su último zapato. Nos crea un problema psíquico, nos hace sentir peor, de bajo nivel e inferior. Y es aquí, precisamente, en donde tenemos que detenernos para observar y reflexionar sobre nuestra vida, porque de lo contrario vamos a crear un gran "incendio" en nuestro interior capaz de destruirnos. Nerón incendió Roma, tu puedes encender lo más valioso que posees: tu vida. Este "incendio" es lo que hay que evitar para que no destruya grandes bienes: tu vida, la familia, la comunidad...
San Juan de la Cruz insiste en que ningún bien material sea causa de la miseria interior, de ninguna pena y muerte. Que ningún bien material sea causa de tristeza y que sea tan fuerte como para apagar y sacar nuestra alegría interior. El vivió la pobreza, vio gentes adineradas, ambiciosas, tacañas y duras, inmisericordes, sin alegría en el corazón. Por eso, con toda verdad afirma: "aúnque todas las cosas se le rían al hombre y todas sucedan prosperamente, antes debe recelar que gozarse, pues en aquello crece la ocasión y el peligro de olvidar a Dios" (3 S 18,5).
Los bienes materiales no son el "TODO", Dios es el "TODO". Los bienes materiales son "NADA" comparados con DIOS.
La respuesta está en nuestro INTERIOR. Así como se observan las cosas exteriores hay que observar las interiores. Hay que detenerse un instante, parar nuestro caballo y reflexionar. ¿Quién conduce mi vida? ¿YO? ¿EL caballo?¿La calle? ¿La gente?¿La tienda? ¿La fama? ¿La publicidad?...Y es triste observar de como nos dejamos arrastrar, incluso hasta el suicidio, por obtener un bien material, de lo cual ya no sería un bien, sino un mal. Creamos una auténtica guerra en el supermercado, las tiendas...Peleamos, discutimos, nos miramos con recelos. No se soporta que el otro esté bien, que tenga su último carro, su último zapato. Nos crea un problema psíquico, nos hace sentir peor, de bajo nivel e inferior. Y es aquí, precisamente, en donde tenemos que detenernos para observar y reflexionar sobre nuestra vida, porque de lo contrario vamos a crear un gran "incendio" en nuestro interior capaz de destruirnos. Nerón incendió Roma, tu puedes encender lo más valioso que posees: tu vida. Este "incendio" es lo que hay que evitar para que no destruya grandes bienes: tu vida, la familia, la comunidad...
San Juan de la Cruz insiste en que ningún bien material sea causa de la miseria interior, de ninguna pena y muerte. Que ningún bien material sea causa de tristeza y que sea tan fuerte como para apagar y sacar nuestra alegría interior. El vivió la pobreza, vio gentes adineradas, ambiciosas, tacañas y duras, inmisericordes, sin alegría en el corazón. Por eso, con toda verdad afirma: "aúnque todas las cosas se le rían al hombre y todas sucedan prosperamente, antes debe recelar que gozarse, pues en aquello crece la ocasión y el peligro de olvidar a Dios" (3 S 18,5).
Los bienes materiales no son el "TODO", Dios es el "TODO". Los bienes materiales son "NADA" comparados con DIOS.
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