Cuando nuestra oración es genuina y auténtica; cuando nuestra vida cristiana se reafirma ser discípulo de Jesús, estamos dando como un hecho que somos cristianos comprometidos por la causa de Jesús, por la causa de su Reino.
Vivir la intimidad con Dios no significa cerrar nuestros ojos ante la realidad que nos toca vivir. No es un refugiarse, un escaparse del mundo. Es vivir en Dios pero con los pies en la tierra, con nuestras manos extendidas al más necesitado, al que sufre, al pobre, al olvidado y al desprotegido.
La oración la vida cristiana va siempre acompañada de la acción. Cuanto más se acrecienta nuestra vida teologal más se pone en movimiento nuestra acción. Orar es actuar. No es lógico ni cristiano ser orante y al mismo tiempo indolente e indiferente ante el necesitado. Nuestra fe sería vacía y boba. Orar no elimina el servicio, la caridad, el amor al prójimo. Las obras encuentran la mejor manera de comprobarle a Dios nuestro amor.
Una oración que no aterriza en las obras, no pasa de ser una bella teoría y un 'intimismo" estéril. Ya lo proclamaba Santa Teresa de Jesús: "Que no hermanas, obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te de nada de perder esa devoción y te compadezcas a ella...; esa es la verdadera unión con su voluntad" (M.V.5,11).
Que nuestro bautismo no haya sido un pasar "por agua". Que nuestra confesión no solo haya sido un "desahogo", que nuestra "comunión" no haya sido un simple protocolo, y que nuestra oración no quede en palabras volando por los aires .
En resumen: ni oración vacía de la presencia a los hermanos, ni presencia a los hombres vacía de oración. Oración y compromiso son dos brazos de una misma fuente: DIOS.
Vivir la intimidad con Dios no significa cerrar nuestros ojos ante la realidad que nos toca vivir. No es un refugiarse, un escaparse del mundo. Es vivir en Dios pero con los pies en la tierra, con nuestras manos extendidas al más necesitado, al que sufre, al pobre, al olvidado y al desprotegido.
La oración la vida cristiana va siempre acompañada de la acción. Cuanto más se acrecienta nuestra vida teologal más se pone en movimiento nuestra acción. Orar es actuar. No es lógico ni cristiano ser orante y al mismo tiempo indolente e indiferente ante el necesitado. Nuestra fe sería vacía y boba. Orar no elimina el servicio, la caridad, el amor al prójimo. Las obras encuentran la mejor manera de comprobarle a Dios nuestro amor.
Una oración que no aterriza en las obras, no pasa de ser una bella teoría y un 'intimismo" estéril. Ya lo proclamaba Santa Teresa de Jesús: "Que no hermanas, obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te de nada de perder esa devoción y te compadezcas a ella...; esa es la verdadera unión con su voluntad" (M.V.5,11).
Que nuestro bautismo no haya sido un pasar "por agua". Que nuestra confesión no solo haya sido un "desahogo", que nuestra "comunión" no haya sido un simple protocolo, y que nuestra oración no quede en palabras volando por los aires .
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